Me estaba sintiendo muy solo en plena ciudad de Nueva York, a la salida de una misa en la catedral de Saint Patrick, cuando, de repente, se me acercó un brasileño:
- Tengo una gran necesidad de hablar con usted – me dijo.
Me entusiasmé tanto con el encuentro, que comencé a hablar de todo lo que me parecía importante: de magia, de bendiciones divinas, de amor. Él lo escuchó todo en silencio, me dio las gracias, y se fue.
En lugar de alegría, yo sentí entonces una soledad aún mayor que la de antes. Sólo más tarde me daría cuenta de que, llevado por el entusiasmo, no le había prestado la debida atención al deseo de aquel brasileño:
El de hablar conmigo.
En realidad todas mis palabras se perdieron en el aire, pues no era eso lo que el Universo quería entonces de mí. Yo habría resultado mucho más útil si me hubiera parado a escuchar lo que él tenía que contarme.
- Tengo una gran necesidad de hablar con usted – me dijo.
Me entusiasmé tanto con el encuentro, que comencé a hablar de todo lo que me parecía importante: de magia, de bendiciones divinas, de amor. Él lo escuchó todo en silencio, me dio las gracias, y se fue.
En lugar de alegría, yo sentí entonces una soledad aún mayor que la de antes. Sólo más tarde me daría cuenta de que, llevado por el entusiasmo, no le había prestado la debida atención al deseo de aquel brasileño:
El de hablar conmigo.
En realidad todas mis palabras se perdieron en el aire, pues no era eso lo que el Universo quería entonces de mí. Yo habría resultado mucho más útil si me hubiera parado a escuchar lo que él tenía que contarme.
5 comentarios:
Es el resusltado de la incomunicación...has que saber escuchar para responder despues, es la base de la comunicación.
Original historia la tuya y bien relatada.
Un saludo
Que gran verdad dices, así se nos va la vida, interaccionando con los demás para mayor gloria personal pero empobreciéndonos diariamente e irremisiblemente.
Paremos y veamos al mundo pasar, existe al margen de nosotros, no somos tan importantes.
Brillante reflexión.
Un beso, Who.
Qué pena las innumerables ocasiones en las que no sabemos escuchar a los demás!!
Nélida
Nos dejas una lección muy importante. No sabemos escuchar, es la verdad. Nos portamos como niños que no sabemos esperar el turno de hablar. Gracias por recordarnoslo y gracias por tu visita y tus amables palabras.
Más útil, mas reconfortable y se hubiese sentido mucho más feliz.
Muchas gracias por pasar por mi blog! y por tus lindas palabras!
Un abrazo grande, y mucha luz!
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