LA VIRTUD DEL PERDON

Siempre estoy buscando el verdadero valor de mi vida y cuando más busco más me reencuentro con esos valores que me hacen sentirme cada vez más plena y agradecida a la vida que me ha tocado vivir.
A esos momentos dulces y amargos, calientes y frios, alegres y tristes.. con todos esos momentos me quedo, ya que de todos ellos extraigo una enseñanza.
En estos años he ido preguntándome muchas cosas que increíblemente han sido contestadas hace miles de años. He descubierto como otras culturas tan lejanas para el mundo occidental me han hecho cómplice de sus virtudes y por supuesto me han enseñado que las preguntas siempre tienen respuestas si se formulan desde lo mas profundo del corazón, con todo el potencial que el amor es capaz de brindarnos.
Tras esta pequeña introducción, me gustaría compartir contigo reflexiones sobre una de las principales virtudes del ser humano: La capacidad de perdonar.
Un Curso de Milagros es un libro que se ha consagrado como uno de los tratados más utilizados por la Psicología Alternativa. En él podemos encontrar muchos razonamientos que nos llevan al reencuentro con nuestra maravillosa esencia amorosa. En una de sus numerosas páginas se refiere a la gran Virtud del Perdón como acto de amor y dice:
“El más sagrado de todos los lugares de la tierra es en el que un odio antiguo se ha convertido en amor presente…”
Stepahie Dowrick es una experta Psicoterapeuta australiana que en su libro “El Perdón y otros Actos de Amor” nos hace una definición de cómo nos sentimos después de haber perdonado: “… el perdón es sumamente sanador, cuando surge desde la humildad, se reducen las tensiones musculares, se es menos vulnerable a las infecciones o males mucho más graves, el sistema inmunológico se refuerza, los músculos de la cara se aflojan, los alimentos saben mejor. El mundo parece mejor. Disminuye la depresión. Se encuentra más disponible para los demás y mucho más disponible para usted mismo….”
El perdón es un acto que nos libera nos sentimos más ligeros y hace que te sientas profundamente bien y pleno.
Existen muchos ejercicios para aprender a perdonar y a desarrollar la compasión, después del proceso te sientes maravillosamente feliz ya que estar en un estado constante de ausencia de perdón es autodestructivo.
Para poder ejercer el acto del perdón, lo primero que tenemos que hacer es aprender a perdonarnos a nosotros mismos, en el momento en que desaparece el resentimiento nuestra conciencia se despierta hacía el acto de amor. “El amor no supone una rendición es una decisión consciente de cesar de albergar resentimiento”.
El perdón según nos enseña el Curso de Milagros “dibuja una imagen de un mundo donde el sufrimiento ha terminado, la pérdida se ha vuelto imposible y en enojo ha dejado de tener sentido. Los ataques han terminado, y la locura ha llegado a su fín”.
Cuando te sientes libre de resentimiento una vez que hemos perdonado nos volvemos más compasivos, nos vemos a nosotros mismos o a los demás con ojos llenos de amor profundo, nuestra alma se llena a borbotones de alegría y sientes inmensa Paz Interior:
La compasión es un amor supremo y de bondad.
Hace poco leí una historia conmovedora que quiero compartir contigo.
El escritor Brian Keenan estuvo prisionero de un pequeño grupo de terroristas en Beirut desde mediados de los ochenta. Fue detenido bajo circunstancias monstruosas durante cuatro años y medio, y en todo ese tiempo su vida estuvo continuamente amenazada. En uno de sus libros describe cómo consiguió superar la autocompasión, el juicio sobre sus captores y su propia necesidad de juzgarlos, a través de su reconocimiento extraño y saludable de que “todos somos criaturas con necesidad de amor”.
“….Cada mañana me despertaba para encontrar otra vez las reservas de imaginación y reflexión que me mantuvieran a flote sobre la oscuridad en la que me quemaban los alfileres incandescentes del recuerdo. A veces me sentía abrumado por la vergüenza o la culpa. Siempre me era necesario encarar tales sentimientos y cuestionarme por qué acompañaba a mis recuerdos semejante torbellino emocional. El hábito que había formado de observarme a mí mismo me permitió distanciarme de estos asaltos emocionales. Mi padre, que había muerto unos cuantos años antes, se hallaba frecuentemente presente en mis pensamientos. Al principio eran simples incidentes de mi historia familiar. En ciertos momentos parecían volverse más completos y más llenos de significado. Me parecía comprender cuando ocurrió el acontecimiento. Estos recursos se convirtieron cada vez menos en el registro del pasado. Mi padre se convirtió no sólo en un recuerdo sino, mas bien, en una presencia real; una presencia que podría sentir profunda tristeza; no obstante, la misma tristeza, al tiempo que se volvía reflexiva me elevaba. Comencé a comprender la herida que estaba en mí. Todos somos criaturas con necesidad de amor. Mi piedad se desplazó mas allá de mi mismo. Deseaba alcanzarla y abrazar a la vida. Ya no sentía temor a la violencia de mis guardianes, ni pretendía juzgarlos…”
Abraza a la vida volviéndote compasivo, deja de ser prisionero de ti mismo, libérate de las cadenas que te oprimen. Experimenta el sentimiento sanador del perdón. Yo estoy aprendiendo cada día….